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Breve defensa del pasillo.

Desde hace unos años, el pasillo ha quitado el puesto de honor al gotelé en la lista de los elementos arquitectónicos y constructivos más odiados por los usuarios de las viviendas. En la lista de demandas de nuestros clientes es una de las peticiones más recurrentes. De los problemas que surgen a menudo en el proceso de redistribución cuando nos empeñamos en deshacernos de él nace esta defensa del pasillo.

Se percibe como un espacio perdido y sin embargo, junto al también poco querido vestíbulo, es el garante de la privacidad (visual y acústica) de los espacios más íntimos de las casas que habitamos.
En las viviendas contemporáneas en las que agradecemos tener un dormitorio independiente del que podamos salir para ir al baño en pijama aunque haya visitas en el salón, deberíamos replantearnos este odio visceral hacia un elemento cuya función es permitirnos una mayor intimidad en el uso diario de nuestra vivienda.

Un pasillo, dice la RAE, es un espacio alargado y estrecho que sirve de paso.

Pues bien, si queremos llegar de un espacio a otro de nuestra casa, necesitamos un pasillo, es decir, un lugar alargado y estrecho que sirve de paso por el que poder transitar.

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Este espacio de paso no desaparece tirando todos los tabiques de la casa. Podemos quitarle su corporeidad pero funcionalmente seguirá estando ahí: necesitas un paso despejado de uso y libre de obstáculos por el que poder moverte. Sí, en los loft también hay pasillos.

Salvo que vivas en la villa Rotonda de Palladio (en cuyo caso tendrás un gran vestíbulo central), en una domus romana (donde para ir de un sitio a otro pasarás por un patio) o en una casa de 40 m2, el pasillo es casi impepinable. Al menos si no quieres entrar a tu dormitorio por el salón o al baño por la cocina.
La ventaja de dotar de corporeidad a ese espacio con paredes es que además de un elemento distribuidor, tendrás un espacio de transición entre lo público y lo privado.

El pasillo es un filtro visual y un colchón acústico económico y funcional. Por no hablar de lo generosos que resultan sus falsos techos a la hora de alojar las instalaciones de electricidad y de aire acondicionado.

Dicho esto, cada proyecto es un mundo. Habrá casos en los que se pueda reducir e incluso eliminar sin grandes consecuencias. Tenemos varios proyectos “pasillicidas” entre nuestros planos de redistribución.

Sin embargo, ojo con cargárselos a toda costa porque podemos convertir nuestras viviendas en superficies imposibles de amueblar (y en consecuencia, poco funcionales) o sin intimidad. A cambio de deshacernos de un pasillo que “no sirve para nada” podemos obtener un salón rodeado de puertas (esto es, un vestíbulo enorme) en el que no podamos poner ni un solo mueble. También tenemos proyectos de interiorismo de usuarios que se deshicieron de sus pasillos y no sabían después cómo amueblar el resultado.

Y no perdamos de vista que sin pasillos no tendríamos la Galería de los Espejos de Versalles, ni La milla verde de King, ni El resplandor de Kubrik.

Puede que no nos gusten pero no son espacios perdidos. Después de leernos y como posible usuario de uno, ¿te unes a la defensa del pasillo?